A continuación el artículo escrito por el Rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, en el marco del Tercer Encuentro sobre Gestión Universitaria del SUE.
Días atrás fui invitado a un foro sobre política Universitaria y tuve ocasión de escucharle a un distinguido académico una afirmación que no tuve oportunidad de rebatir en ese momento; decía el profesor algo así como que la democracia universitaria era incompatible con la eficiencia.
Quiero aprovechar esta intervención en la apertura del III Encuentro de Gestión Universitaria del SUE, fortalecido con el apoyo de ASCUN y el Ministerio, para controvertir así sea en diferido esta opinión, que para mí es profundamente equivocada.
Si algo está ocurriendo en la gestión de la universidad contemporánea es la necesidad de incorporar técnicas modernas de gestión para responder a los nuevos retos que impone la globalización de la economía pero también del conocimiento.
No es un asunto centrado en una visión economicista, asociada a la rentabilidad financiera, como en el pasado se satanizaron los esfuerzos por ser eficientes. Aquí estamos hablando de rentabilidad social, de impactos y de resultados.
La dirección de las universidades requiere formarse para ella, no puede ser un acto espontáneo y automático que provenga sólo del deseo o la opinión, hay que darle ingreso a los dominios de la especialidad si queremos estar a la altura de las responsabilidades asumidas.
Es dentro de esta concepción que se vuelve necesario considerar elementos que antes eran accesorios o no se miraban de la misma forma. En esta nueva dinámica el evento que hoy nos congrega es de gran valor; poner en común las mejores experiencias de gestión que están en marcha en las universidades en variados ámbitos de la gestión universitaria.
Lo hacemos además en un momento especial; hay que reconocer que nunca antes se había desarrollado una deliberación tan importante y envolvente sobre la educación superior como la cumplida hasta ahora, recogida por el CESU en el documento de política pública que está a punto de salir y que conocemos en sus diferentes versiones. Los diez temas, los programas y las propuestas definitivamente recogen lo esencial del debate, con grandes consensos pero también con discensos. El Gran acuerdo por lo Superior. Llegó la hora de pasar de la teoría a la práctica.
No obstante que hay poco por aportar al gran debate que se ha llevado a cabo, quisiera ventilar algunas cosas que considero importantes:
Hablemos de la autonomía, valor supremo de la Institución Universidad como tal, eje fundante y esencial de la misma. Resulta que cuando se habla de autonomía casi siempre la asociamos a los aspectos del Gobierno y muy pocas veces a la gran libertad, que se posee en los dominios de lo académico.
Me parece que los universitarios hemos sido tímidos, por decir lo menos, en el uso de esa capacidad en beneficio de las transformaciones que se requieren para construir la universidad del futuro, esperando que las soluciones vengan desde arriba, léase Gobierno, Legislación, Estado.
Se hace necesario un cambio de actitud sobre todo de los docentes, para llevar la potencialidad de la autonomía a los dominios del aula, produciendo las innovaciones y los cambios que transformen en positivo el aprendizaje y el papel de la universidad en la sociedad.
Nada de lo que imaginemos como Política Pública podrá implementarse sino contamos con el compromiso real de los académicos; podremos definir muchos planes y establecer muchas normas pero si los académicos en el ejercicio de su autonomía, que en lo académico es prácticamente plena, no los acompañan renovadoramente, no haremos gran cosa. La autonomía se tiene que reconciliar con los resultados.
Se requiere repensar la autonomía para sacarla del solo concepto de los temas de Gobierno, las reivindicaciones laborales y políticas, para expandirla al sentido más amplio de la misma.
A veces nos entrampamos sin comprender que tenemos en las manos la capacidad de hacer grandes cosas usando la autonomía.
En los temas de Gobierno Universitario se clama por mayor participación de las comunidades en los órganos de dirección de las universidades, en particular, de mayor participación relativa de profesores y estudiantes. Un asunto que seduce pero que debe mirarse con todas sus implicaciones.
Las universidades antes que distanciarse de la sociedad deben articularse cada vez más con ella. En la medida que el conocimiento es un factor importante en el desarrollo y el progreso de las sociedades, las universidades deben articularse con los territorios y con todos los agentes del desarrollo. Son las nuevas demandas emergentes en la sociedad actual; universidades reactivas, aisladas, son un contrasentido.
Cosa distinta del papel crítico que deben ejercer sin cortapisas, la sociedad además lo reclama, pero para ello las universidades deben estar alejadas de dogmatismos y abiertas a la relación con la sociedad.
Un segundo tema, la gratuidad, que aparece como un gran diferenciador entre las partes, me parece que es más el papel de una consigna, que lo que resuelve en términos de la inclusión educativa.
Creo que es más justo, realista y efectivo que la gratuidad se centre en los sectores sociales que están en debilidad, y creo que todo apunta hacia allá. Por lo menos fue lo que oímos en todas las propuestas de la campaña electoral que recién finalizó.
Más que encandilarnos con la gratuidad debemos ampliar el horizonte hacia el acceso, permanencia, graduación e inserción laboral; ello implica abrirnos a una concepción más integral del apoyo a los sectores en debilidad.
Hablemos ahora del financiamiento por el lado de las universidades estatales. La tarea está todavía pendiente, aunque debemos reconocer grandes avances en los últimos años sobre todo en materia de inversión, en particular con el impuesto CREE y con la Estampilla Nacional Universitaria. En cuanto al CREE consideramos vital que se haga permanente y no temporal como fue aprobado en la reforma tributaria. Se nos ha criticado a las universidades estatales de no hablar sino de recursos, lo cual es injusto y una exageración. Aunque debemos confesar que sin una adecuada financiación se nos cae todo el castillo.
Las universidades estatales hemos hecho grandes esfuerzos para seguirle el paso a las metas de cobertura del Estado sin que los recursos hayan sido proporcionales a los esfuerzos. Para hacerlo, hemos tenido que incurrir en modalidades de contratación que aunque legales, no son las más justas e indicadas para la sostenibilidad y calidad del Sistema.
Paralelamente la evolución de la sociedad ha provocado nuevas demandas antes ignoradas que implican cargas financieras, como por ejemplo el uso de las nuevas tecnologías, la internacionalización y el bilingüismo, la lucha contra la deserción, la formación de alto nivel de los docentes, etc.
Las acreditaciones de calidad, fundamentales para garantizar la calidad, implican igualmente inversiones antes no contabilizadas e ignoradas por el frio crecimiento de los presupuestos con la inflación.
Por ello esperamos que prontamente se construya un nuevo modelo de financiamiento que tome en cuenta las necesidades y nuevas demandas que debemos atender. Esa es también la voluntad del Ministerio con quien estamos sentados, a través de la Comisión de Vicerrectores administrativos y financieros, trabajando en esa dirección junto al Ministerio y a Planeación Nacional
Finalmente, quiero referirme a los sistemas de información donde todavía tenemos mucho por hacer. No tiene sentido que las instituciones bandera del conocimiento, como pueden ser las universidades no le apunten a disponer de sistemas de información integrados, automatizados y actualizados, en las dimensiones académicas, administrativas, financieras, de Investigación , de innovación y de impacto regional, etc.
Hoy en día los datos, y su cadena de valor son esenciales para la gestión estratégica. Moverse por suposiciones, percepciones, no es la mejor forma de actuar. La única manera de ser asertivo y competitivo es conociendo lo que pasa y descubriendo nuevas maneras de enfrentar las tareas, innovando y creando mayor valor del conocimiento que nos dan los datos; son las ventajas que nos brinda la poderosa evolución de la tecnología.
El mundo empresarial hace uso intensivo de los datos, las universidades han empezado a hacerlo dentro de lo se está llamando la inteligencia Institucional.
Son pues enormes las tareas que tenemos por delante. Afortunadamente estamos aprendiendo a actuar como sistema, prueba de ello es el evento que hoy nos convoca.
Felicitaciones y agradecimientos a la Comisión de Vicerrectores y la Universidad Nacional por la organización del encuentro, lo mismo que a ASCUN y al Ministerio de Educación Nacional
Muchas Gracias.
Luis Enrique.